viernes, 4 de abril de 2014

¡¡Ser maestra!!

No hace mucho me preguntaron que por qué quería ser maestra, si es una profesión muy mal vista y llena de problemas.
Yo siempre he pensado que, para conseguir algo, hay que desearlo con todas las fuerzas y así lo lograrás. Cuando te paras a pensar sobre por qué quieres lo que quieres, necesitas encontrarle un valor. Y hay situaciones y profesiones que tienen un valor incalculable. Ese es mi caso.

¿Que por qué elegí estudiar magisterio? Muy fácil. De pequeña quería trabajar en algún oficio típico que dicen todas las niñas cuando son pequeñas, entre ellos estaban: veterinaria, por el simple hecho de que adoro a los animales; famosa, porque siempre que veía la tele parecían personas importantes; y profesora.
Y, créanme, una de las mejores decisiones que he tomado en toda mi vida ha sido desear con todas mis fuerzas convertirme en maestra, aunque para ello tengo que superar algún obstáculo más difícil de lo normal.

No voy a decir el mismo motivo que pueden pensar muchos para elegir esta carrera, el típico: "Es que me gustan los niños", no. Ser maestro debe interesarte por muchísimas razones más. Seguro que si vuelves a tu infancia recuerdas a tu profesor de preescolar (infantil), esa persona que trataba genial a toda la clase y te ayudó mucho a la hora de formarte, como también recordarás ese docente que te hizo pasar un año terrible con sus exámenes o porque pensabas que te tenía manía.

Pues bien, todos sabemos que esforzarte día a día para intentar conseguir que una clase de pequeños diablillos se porte bien es muy complicado y estresante. Pero, ponte a pensar: ¿No te gustaría que las personas pudieran recordarte como aquel profesor al que le tienen mucho cariño porque les ayudó cuando eran pequeños? o ¿no serías feliz si ves que has ayudado a la formación de muchísimas personas? Yo sí. Puede haber situaciones que se te vengan encima y te hagan replantearte si realmente estás hecho para enseñar, pero piensa que siempre que ves algo muy gris, puedes encontrar esa chispa de color que haga que sigas adelante; un abrazo, unas palabras se "seño, qué guapa estás hoy", un beso o incluso una sonrisa de un niño deben servirte para hacerte sonreír y pensar: "¡Cómo me gusta ser maestra!".

Quiero ser maestra por vocación. Aunque, a decir verdad, esa vocación lleva algo más consigo, una ilusión, una idea de futuro, incluso una necesidad diría yo. Ilusión por enseñar conocimientos, por participar en el futuro de tu sociedad, para que los niños y niñas, poco a poco, "absorban" educación, crezcan mental y sentimentalmente. Ilusión por ver que influyes en el crecimiento de una persona.

El trabajo de docente, actualmente, está muy desprestigiado. Una maestra es una animadora, educadora, actriz, madre, psicóloga, guía turística, acompañante, traductora, ponente, lingüista, psiquiatra, diseñadora, formadora, escritora, dibujante, gesticuladora y paseante. Pero todo eso es muy largo, así que sólo diremos maestra. Por razones como esta es imposible estar en esta profesión por interés, por las vacaciones, por el dinero o por la supuesta vida cómoda. Todo eso no vale tanto como para aguantar toda una vida haciendo algo que no te guste. Esto tiene que gustar, tiene que nacer de dentro. Y a los que son o seremos maestros de corazón nos molesta mucho que se desprestigie de esa forma la profesión. Hay mucho más detrás de lo que la gente cree.

Desde mi infancia quedé fascinada y atrapada por esta profesión donde el dar y el recibir, ofrecer y presentar, enseñar y aprender, comunicar y transmitir, crecer y progresar, crear y elaborar, escuchar y dar la palabra, acompañar y guiar... se dan en partes iguales, y donde se está continuamente en evolución, enriquecimiento y crecimiento personal si realmente te gusta y disfrutas ejerciéndola.

Quiero ser maestras porque las conversaciones de los niños me parecen el bestseller más interesante del mundo; porque aunque se enfaden entre ellos lo olvidan en menos de cinco minutos; porque siempre te reciben con los brazos abiertos, porque afrontan con ilusión cada nuevo día, algo que, cuando nos hacemos mayores, olvidamos; porque nunca pierden la curiosidad; porque cada paso que dan está ligado a lo que se convertirán mañana; porque me iré a casa con una sonrisa y me recibirán al día siguiente con otra todavía más grande; porque me sorprenderé de lo que pueden llegar a hacer; y, sobre todo, porque cada año que pase tendré la satisfacción de haber dejado huella.

Sé que esta profesión me dará muchas experiencias, buenas y malas, pero tendré que aprender de cada una de ellas, para ser mejor día a día.
Todavía me queda mucho camino por recorrer, pero sé que lograré mi objetivo, pues no deseo otra cosa que convertirme en una buena maestra.

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