sábado, 5 de abril de 2014

Disfrutemos la vida.

Muchas veces hemos sentido que la vida no vale la pena vivirla. En un caso extremo, escuché en la radio a una mujer que decía: "No quiero tener hijos porque sólo se viene a este mundo a sufrir. Y quiero ahorrarles ese sufrimiento".
Pero... ¿Realmente la vida es así? ¿O nosotros la hacemos así?

 
Lo que realmente te hace sufrir no es la vida en sí... son tus expectativas respecto a cómo debería ser el mundo o cómo debería actuar tal persona. Por ejemplo, cuando te enfadas con tu pareja porque no llegó a tiempo o no te expresa su amor como a ti te gustaría que lo hiciera. Entonces, lo que te daña no es tu pareja... son tus pensamientos y emociones con respecto a cómo debería actuar tu pareja, de acuerdo a la etiqueta del hombre o mujer perfecto que tienes.


Si sufres porque la vida es cruel... Es porque tienes un concepto equivocado de lo que realmente es. Crees que en la vida todo debería ser felicidad.


Imagínate que piensas que un bosque debe ser con puras rosas, ríos limpios, venados corriendo, un sol reluciente y una suave lluvia. Pero cuando vas a uno... ¡Oh, sorpresa! También hay insectos, serpientes... y la lluvia ¡es un diluvio! Imagínate sufriendo porque lo encontraste así y diciéndote:"No vale la pena estar en un bosque, es horrible: serpientes, bichos, ¡Qué horror!". ¿No tiene sentido, verdad? En el fondo sabes que así es un bosque, no como tú pensabas que era. Lo que puedes hacer es estar alerta contra las serpientes, cubrirte para que la lluvia no te moje y disfrutar las rosas que veas y los venados. Simplemente aceptas la naturaleza como es y no te lamentas. Te adaptas a ella.
En la vida, es igual. Cuando la vemos como un paquete completo, en el que hay amor, muerte, instantes imborrables y fracasos dolorosos, la aceptas como es. A partir de esa aceptación, puedes adaptarte a ella. Pregúntate qué capacidad dormida en ti necesita salir a flote cuando te enfrentes a un nuevo desafío.


Por ejemplo, yo de chica no sabía jugar al balonmano. La necesidad de hacer deporte me hizo aprender. ¡Ahora he llegado a ser portera de balonmano!
Me daba miedo y vergüenza hablar en público. Era muy tímida. La necesidad y las circunstancias me obligaron a hacerlo. ¡Ahora estudio magisterio, soy profesora de baile y he hecho teatro!
Imagínate cuántas capacidades dormidas en mí se han despertado por la necesidad.
Siempre pregúntate: ¿Qué capacidades dormidas en mí tienen que salir a flote con este desafío?


El dolor y las derrotas son una gran oportunidad para replantearnos cómo estamos viviendo la vida.


Te confieso que acostumbro a caminar cerca de los bosques, lejos de la gente, cuando las tormentas de la vida hacen que se me pongan las cosas difíciles. Anclarme dentro del ruido cotidiano cerca de la naturaleza, dándome un breve espacio para reflexionar acerca de mis desafíos actuales y replantearme nuevas metas, ha sido invaluable para mí. Si no, ya me habría vuelto loca. Te recomiendo que hagas lo mismo. Busca un espacio diario para tu reflexión. Todos somos producto de nuestras reacciones ante los retos. Somos hermosas quebradas hechas por las tormentas de la vida.

Acepta tus circunstancias como son y pregúntate: "¿Qué puedo hacer al respecto?". Te sorprenderá, como a mí, lo sencillo que es solucionar un problema, una vez que dejes de pensar en él y te enfoques en resolverlo. Generalmente, las mejores oportunidades de nuestra vida vienen disfrazadas de problemas. No importa cuáles sean éstos, siempre existe una solución.


Así que... ¡¡A disfrutar la vida se ha dicho!!
Suerte.

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