miércoles, 26 de octubre de 2016

Soy de esas que quieren un hombre de los que ya no quedan, de los que no te rompen el corazón.

¿Dónde quedaron los tíos que paran el ascensor para besarte? Esos que te dan los buenos días y las mejores noches, los que te dejan su camisa blanca para dormir o te dan un beso en cada semáforo. Los que te mandan un mensaje bonito aunque estés al lado, los que te empiezan a echar de menos cuando aún no te has ido. Uno de esos que te rompa las medias con la boca y después te compre otras. Uno que te hace cosquillas sólo para verte sonreír, uno de esos que cada mañana al despertar te diga que estás preciosa, que te coja por la cintura en la cocina, que te bese muy despacio en el pasillo y muy fuerte en el baño, que te muerda el cuello y te deje una pequeña marca para que te acuerdes de él, que te trate como una princesa, que ponga cualquier estúpida excusa para estar contigo, que te bese y te abrace cuando menos te lo esperes, que te enamore día sí y día también, que te cuide y te mime... pero parece que de esos ya no quedan.

martes, 30 de agosto de 2016

¿Para qué era que queríamos ser grandes?


Si pensamos en nuestra infancia, nos damos cuenta que lo mejor de ser niños es la inocencia, la magia, la fantasía, la creencia de que todo puede ser perfecto.

Empezamos con nuestra mayor ilusión: Navidad. Esperar al Niño Dios con toda su magia, imaginar que los Reyes Magos podían entrar por la ventana (porque chimenea no teníamos la mayoría) y dejarnos algunos regalos al lado del árbol, donde habíamos dejado galletas con leche, "mantecaos" y algunos caramelos; dormir, despertar, asomarse a la ventana, mirar al cielo y buscar en las estrellas cuál era el camino que recorrieron los tres magos hasta llegar a la casa, era algo maravilloso, algo mágico.

Creíamos que todo el mundo era bueno y que los únicos malos eran el "coco", ese que venía de noche si no dormías, ese que te cogía si no te portabas bien, etc. y la policía que te llevaba detenido a la cárcel cuando dejábamos de creer en el "coco". Eran nuestros mayores temores.

Jugábamos a ser superhéroes, a mancharnos con barro, a pisar todos los charcos cuando llovía, a tirarnos con la bici por todas las cuestas (cuanto más empinadas más emoción), a mirar las nubes e imaginar figuras al igual que con las estrellas. No nos importaba mancharnos, caernos y levantarnos, correr cuando todos paraban y pararnos cuando todos corrían, no nos importaba lo que los demás pensaban de nosotros.

Éramos capaces de decir la verdad sin inmutarnos y de extrañarnos cuando nos pedían que mintiéramos

Para nosotros, lo mejor eran las risas y abrazos, el mirarnos a los ojos y entendernos. Sonreíamos cuando alguien nos sonreía y de llorar cuando veíamos a alguien llorar, éramos empáticos y no lo sabíamos (¿Seguimos siéndolo?).

Teníamos millones de ganas de aprender y nunca acababan; queríamos descubrir el mundo y el entorno que nos rodeaba con la vista, el tacto, el olfato, el gusto y el oído.

¿Para qué queríamos ser grandes? ¿No era para triunfar en la vida? ¿No era para ser felices, disfrutar de las cosas buenas y bonitas que nos ofrece tanto el mundo como muchos de sus habitantes? ¿No era para cumplir nuestros sueños sin importar lo caprichosos que sean?

Es difícil entender al ser humano. De pequeños queremos obtener cosas, disfrutar de ellas y nunca perderlas, cumplir metas, alcanzar sueños y lograrlo todo, pero cuando crecemos queremos otras cosas que contradicen en casi todo a lo que queríamos de pequeños. Pero la culpa no es del todo nuestra, sino de esos que nos influyeron con sus tontos caprichos: "hay que ser así", "tienes que sacar sobresaliente", "tienes que ir a esto", "tienes que vestir así", "tienes que"... No, la felicidad no es eso. Es cierto que hay que estar lo más capacitado que sea posible, y no es malo serlo, malo es en el momento en que pones ese tipo de cosas en primer o segundo plano y olvidas para qué era que querías crecer.

Os acordaréis cuando íbamos a preescolar (lo que ahora es Infantil) y nos hacían jugar y dibujar, y a veces dormir la siesta.
Ni hablar de nuestros cumpleaños, con castillos hinchables, parque de bolas, dulces, caramelos, tartas...
¿Y nuestros partidos de fútbol niños contra niñas? ¿y los partidos mixtos? ¿Y cuándo íbamos a jugar a la plaza o al barrio con nuestros vecinos para jugar al pilla-pilla o cualquier juego similar? No había nadie que nos parara cuando nos juntábamos para hacer travesuras, que siempre se nos salía el pulmón porque corríamos mucho para que no nos pillaran cuando las hacíamos.
¿Os acordáis en el colegio cuando venía el sustituto y nos cambiábamos los nombres? Pero nos reíamos siempre y nos descubrían. ¿Y cuándo nos decían que éramos el peor curso? Y nos reíamos porque sabíamos que les decían eso a todos los demás también. ¿Y las eternas guerras entre el "a" y el "b"? ¿Y de nuestras largas charlas sobre lo que seríamos de mayores, lo que haríamos en un futuro y lo que triunfaríamos? En realidad, nos quedaban años luz para ser adultos.

Aún así, queríamos seguir creciendo para ser feliz; y no os voy a negar que soy feliz, pero creo que esa felicidad no es la misma que la de entonces.

Dejemos a los niños que sean niños, que disfruten todo lo que puedan de esa etapa y que rían, lloren, jueguen, hagan travesuras, corran, griten...
 Si no les dejamos disfrutar de la inocencia, de la libertad, de los juegos, de la tierra, del entorno y de la vida que les rodea cuando son pequeños, ¿cuándo demonios se comportarán como niños?

Criemos pequeños "Peter Pan", que no quieran crecer y hacerse grandes. Que crezcan cuando sea el momento de hacerlo, no antes. ¡¡Son niños, no les pidamos que crezcan antes de tiempo!!

sábado, 20 de agosto de 2016

Camino de Santiago, mucho más que un camino.


Después de varios días en casa, no es la primera vez que me preguntan sobre esta experiencia (Camino de Santiago) y siempre contesto lo mismo: ha sido como vivir una pequeña vida dentro de mi vida.


Todo ha tenido su principio y su final, excepto el camino espiritual, que me acompañó durante la vuelta a casa y, probablemente, me acompañe el resto de mi vida.


La experiencia es maravillosa. Conoces a gente con la que te vas encontrando, con unos puede que apenas hables, con otros empatizas más y estás durante un tiempo a su lado; son personas con las que ríes, con las que compartes el dolor al caminar, con las que intercambias vivencias y conocimientos...; luego, hay que despedirse, o quizás tan sólo sea un hasta luego en el mejor de los casos, has de separarte para poder seguir tu propio camino... y ellos continuar con el suyo.


Hay días buenos y otros no tan buenos, llenos de dolores, lluvias que te atrapan durante el trayecto y te empapan. Ampollas que surgen en tus pies. Esto produce incomodidad y dolor pero también te hace percibir más tu cuerpo, posibilitándose quizás un aumento de la consciencia de ti mismo al estar atento a él, a lo que te comunica en cada momento. Lo sientes, le escuchas y atiendes con mayor atención porque es más que nunca tu medio de locomoción y cada día lo has de cuidar al máximo, reponerlo y curarlo tras la etapa para estar lo mejor posible a la mañana siguiente, al comienzo del nuevo día.


El Camino ha sido duro, pero debemos reconocer que el de Jesús lo fue mucho más; pero ese camino se nos hacía menos duro cuando pensábamos que lo hacíamos por y con ÉL. El cansancio, la alegría y satisfacción de llegar, el triunfo de entrar a Santiago y abrazar al Santo... todo eso es por y para ÉL. Que cuando no podíamos con nuestras fuerzas, era ÉL el que nos llevaba en sus brazos.


El camino, cada vez, se iba haciendo mejor, no sólo por los bellos paisajes sino por los increíbles momentos y por las grandes personas que conocí a su paso. También porque es una experiencia para ahondar en la fe e iniciar un camino Activo y de Verdad hacia el Maestro.


También es una forma de meditar en movimiento, tantas horas al día andando, durante tantos días te dan la oportunidad de repasar tu vida mentalmente y de tener una nueva perspectiva sobre ella al no estar físicamente donde sueles estar a diario; pudiéndose aclarar tus dudas, oxigenarse tu mente y poner luz sobre puntos oscuros o temas enquistados.


Es importante el tiempo en que se interactúa con otras personas, es tiempo de comunicación, de conocimiento de los otros, de conversación, sin importar el país de origen o la clase social. El sufrimiento, el esfuerzo o el agotamiento pueden hacer parte del camino como componentes intrínsecos, pero creo que son factores tan previsibles y tan inevitables que ni sorprenden ni afecta en demasía.


Así pues en el camino, como en la vida misma, conviven la belleza, las relaciones humanas, el dolor... con un objetivo final... ¡Llegar! Este objetivo tiene para cada persona un significado propio y diferenciado, y creo que es válido tanto si es religioso o deportivo o meramente de realización personal; hasta puede que sea un significado conjunto.


Sin darme cuenta llegué a Santiago y observé que todos mis problemas y miedos se habían esfumado y al entrar a la Catedral y abrazar al Santo sentí algo que nunca había sentido... algo especial... me curé por dentro y por fuera, la piel de gallina, sólo de recordar aquel momento.
Después del esfuerzo del camino, de andar por parajes insólitos, de compartir momentos de dificultad y de alegría con los hermanos, de ese encuentro con personas tan distintas, pero que comparten contigo un mismo objetivo... después de todo esto, tu cuerpo, cuando entras en la Catedral, experimenta sensaciones que nunca antes había percibido. ¡Y no digamos tu alma! Me sentí como en casa, como si fuera el propio Apóstol quien me abrazara al llegar.


El camino había terminado. Y, sin embargo, no sé por qué, al mismo tiempo, sentí que era en ese momento cuando empezaba el verdadero camino, el camino de una nueva vida. Debemos continuar andando, sabiendo que ÉL no nos abandonará y nos llevará de su mano. Dios proveerá y nos dará lo que necesitemos.


Finalmente decir, como no, que si tenéis la oportunidad de vivir esta peregrinación, adelante. Puede ser un medio tan válido como otro cualquiera para meditar, para sentir tu cuerpo y tu mente, para vivir en el presente, en el ahora, para poder desconectar realmente del mundo frenético y estresante durante al menos unos días... y quien sabe si de poder “despertar”.


Gracias a Rocío por invitarme a vivir esta experiencia junto al MAC.
Gracias a todos los responsables, tanto fuera como dentro del Camino, que trabajaron duro para hacer la aventura posible.
Gracias a Francis, por estar siempre al pie del cañón y preocuparse de todo y de todos.
Gracias a Yoli, por aquella etapa dura, por acompañarme y dejarme ver a Jesús en su rostro.
Gracias a Marikiki, María José, Rafa, Carlos y Pepe, por ser nuestras mamis y nuestros papis durante toda la experiencia.
Gracias a Ana, Charo y Manolo, por enseñarnos que el camino no tiene edad y que uno puede conseguir lo que se proponga con ganas y esfuerzo.
Gracias al MAC, por acogerme como una más, por no dejarme sola y por compartir tantos momentos. “El Señor me dio hermanos”.
Gracias a mis flechas amarillas: Paula, Poe, Aurelio y Tamara. Por guiar mi camino y estar ahí. Por tener a mi lado un poquito de Fundación en el Camino. Vosotros ya sabéis por qué sois mis flechas.
Y, sobre todo, gracias a Vero; por ser mi acompañante incondicional, por estar ahí a pesar de los momentos duros, por no abandonarme y por ponerme las cosas más fáciles. Gracias por estar cerca de mí y por llegar juntas a Santiago. Gracias por preocuparte y cuidarme en los momentos más duros. Gracias, ante todo, por nuestra amistad. Una experiencia más juntas unidos a ÉL, y deseando que lleguen muchas más.


Se os quiere.
Y recordad: El camino que hicimos juntos, no se podrá borrar, pues si juntos lo comenzamos, ya no tendrá final.

miércoles, 27 de julio de 2016

CTL'16: Una vida de película.

Jesús nos ha mirado con amor a cada uno de nosotros, y debemos confiar en esa mirada.

Cómo expresar unos sentimientos tan grandes después de una nueva experiencia en otro Campo de Trabajo Lázaro (CTL); un año más, me adentro en la aventura de servir a los pobres, de encontrarme cara a cara con Jesús.

Con Él todo habla de misericordia.

Los jóvenes hemos tenido la posibilidad de rezar, convivir, compartir y aprender; aunque hemos tenido una segunda casa en esta familia, que han sido esos centros que nos han acogido estupendamente y en los que hemos conocido y ayudado.

Estar con los pobres y del lado de los pobres.

Realmente, Lázaro no nos deja indiferentes. Vamos caminando por las calles sin mirar y observar lo que tenemos a nuestro alrededor, no siendo conscientes de la realidad que tenemos y que no conocemos: tantos problemas, tantas desigualdades... Eso es lo que nos toca el corazón en esa semana.

Servir a los pobres, servir a Cristo.

Lo que más me llena de esta experiencia son las personas, en general, los compañeros que están conmigo, los mayores, los enfermos, los monitores, los niños, todo lo que pueden dar y todo lo que puedes descubrir en cada uno de ellos.

Siervos inútiles somos, hemos hecho lo que teníamos que hacer.

Confiando en el Señor todo es más fácil, Él es la base y la fuerza en la que nos podemos y debemos apoyar. Nos va llevando de su mano y nos muestra su rostro en cada persona, tanto si está enfermo como si no. Hay veces que cuesta hacer las cosas o tratar con determinadas personas, pero teniendo al Amigo presente, nada te falta.

Porque es dando como se recibe.

Yo llegué al CTL 2015 por primera vez gracias a la invitación de Paloma Rosa, y enseguida me sentí llamada. En estos dos años, he descubierto que hay muchísima gente que necesita nuestra ayuda, nuestro apoyo, nuestras ganas y, sobre todo, nuestra sonrisa.


Es una semana en la que desconectas por completo del mundo, te olvidas de toda tu vida y sólo piensas en la gente necesitada y con las que convives. Nos ofrece una oportunidad única, la de acercaros a los más necesitados, los preferidos del Señor.

No es lo mismo vivirlo solo que en comunidad.

Una semana entera para dar y darse, para vivir y compartir nuestra fe con ellos y, como dice nuestro querido Papa Francisco, una semana en la que salimos de nosotros mismo para ir al encuentro de otros.

En los pobres te vimos y pudimos sentir que en ellos siempre tú nos llamas.

Este año, conocí la Guardería de Santa Teresa. Desde que entré me di cuenta de que es un lugar muy especial, una gran familia formada por las religiosas, las maestras, las educadoras y las monitoras, que luchan, se entregan y se "descalza" cada día ante los niños y adultos del centro. Gracias a todas las personas que trabajan por y para la guardería pudimos comprobar que Dios vive en la sencillez, en la pobreza, en la humildad de todas las personas que sufren.

Si sacáis a los pobres del Evangelio es que no lo estáis entendiendo.

Además de una Guardería, también se encuentra un comedor social: ¿cuál era nuestro trabajo ahí? El simple hecho de hacerles compañía, servirles la comida y, sobre todo, escuchar y hablas con ellos, algo tan fácil de decir y difícil de llevar a cabo hoy día, eso era lo que necesitaban. Te das cuenta de lo que tienes, de lo que puedes perder, aprendes a valorar todas y cada una de las cosas que tienes, todo esto por el simple hecho de escuchar estas vida, tan diferentes y de personas tan diversas y solitarias.

Nuestro peso es amor.

Fue una semana muy intensa, donde disfruté del encuentro con el Señor en cada oración, cada gesto, cada risa, cada historia, cada mirada con las personas del centro y del CTL.

Somos la sal y luz del mundo.

Dios toca, puede que no de forma física, pero toca todos y cada uno de los corazones de las personas. Y a mí en los Adoremus del CTL me toca el corazón y el alma. Son oraciones muy especiales donde hay alegría, juventud y donde no se pierde lo místico del momento.

No vinimos a ser servidos, sino a servir.

Hubo uno muy importante para mí: Tamara, alguien muy especial para mí, me acompañaba al altar dedicándome unas palabras llenas de sentimientos y cariño; al llegar, me desató la cuerda que impedía mi libertad y pidió y rezó por mí, sus palabras tan conmovedoras me hicieron llorar y reflexionar, haciéndome ver las cosas desde otro punto de vista, darme cuenta de muchas cosas y significando un antes y un después en mi fe. En ese momento yo sentía al Señor conmigo, que me daba fuerzas para dejar el pasado atrás y continuar su camino, a su lado y sin soltarme de la mano.


Gracias a Paloma, Salva, Álvaro, Tamara, Antonio, Lole, Vero, Aurelio, Juanlu, Sofía, Rocío, Gloria, Nando, Nacho, Pedro, Quique... por hacernos disfrutar y acercarnos más al Señor.
Gracias a mis compañeros por estar ahí, por ser una gran familia y por compartir nuestra fe.

El señor es el centro de nuestras vidas.

CTL se va, pero volverá.
Que Dios os lleve siempre de su mano.

Descálzate, porque el suelo que pisas es sagrado.

sábado, 9 de julio de 2016

No es fácil. ¡Campamento 2016!


Un año más, decimos adiós a otra aventura, decimos adiós a un grupo de 120 niños y 30 monitores que hicieron de este campamento algo único.


Un año más estamos contentos y felices por haber compartido tantos momentos increíbles y haber disfrutado de una gran película, siendo Dios nuestro mejor director.


No es fácil despertarme sin dar el beso de buenos días, sin el altavoz con el que despertar a los pequeños, sin una canción con la que bailar en pleno pasillo, sin un "seño, ¿nos podemos el bikini?"...
No es fácil no ver las 120 caritas que veía hace una semana, esas caritas que me alegraban el día, esas caritas que eran todo corazón.
No es fácil no tener que despertar a 120 niños y niñas, con la música a todo volumen, que me miraban con sueño a las 9 de la mañana.
No es fácil no estar rodeada de 120 renacuajos y 30 compañeros que hacían que lo vieras todo positivo, que no pensaran en nada negativo y que tenían que sonreír pasase lo que pasase.
No es fácil no encontrarme a los niños y niñas buscándome para hacer aquagym.
No es fácil no oír a mis "Century Fox Victoria" disfrutar.
No es fácil no tener que regañar o decir lo orgullosísima que estoy de mis pequeños.
No es fácil no escucharles decir que el baile está chulísimo, que los juegos son divertidos, que les gusta estar allí.
No es fácil no acostarme a las tantas de la noche después de una reunión.
No es fácil no abrazar a mis compañeros por cualquier cosa y que no entendamos con la mirada.
No es fácil despertarme y no estar rodeada de mis compis de habitación y acostarme sin nuestras conversaciones.
No es fácil no levantarme con prisas y preguntar si hay oración de monitores.
No es fácil no tener las conversaciones con Juanlu en la piscina.
No es fácil no llevar la camiseta de monitor de campamento.
No es fácil no contar 1, 2, 3... para que los niños y niñas se callen, así como recordar que se ha llegado hasta 10.
No es fácil no ver a Tamara, con la guitarra, cantando con Nuria y a mí bailando el himno del campamento.
No es fácil no preguntar a qué hora hay que hacer tal cosa.
No es fácil no escuchar los chistes de Juanlu, Nuria, Vicky, Tamara...
No es fácil no echarme una risas con mis premonitores de cualquier tontería.
No es fácil no estar bailando y montando coreografías por las mañanas en el pasillo, en la piscina, en la sala de talleres...
No es fácil no abrazar a Dani por cualquier cosa y tener nuestros piques.
No es fácil no llevar un horario durante todo el día y que la directora no meta prisa para intentar cumplirlo.
No es fácil no hacer corrillos de monitores en las habitaciones mientras los niños de cambian.
No es fácil no escuchar a Tamara diciendo "no es fácil".
Incluso, no es fácil no estar ronca.
En fin, no es fácil no estar de campamento.



Gracias a cada uno de vosotros: Tamara, Claudio, Sonia, Vicky, Nuria, Espe, Borja, Virginia Lara, Belén, Ana R, JuanLu, Anadeli, Irene, Juan, Virginia López, Ana G, Estrella, Inma, Isa, Javi, Paloma, Pedro, Trini, María Ortega, Paola, Paula, Dani, Isa Delgado, María...
Y gracias a Lole, Vero, Patri, Mariola por compartir con nosotros algunos días y ayudarnos a que esto siguiera hacia delante.


Gracias a todos por todo. Os llevo en el corazón. Os quiero mucho.
Seguro que nos vemos pronto.
Hasta el año que viene.


"Quiero, que Dios dirija siempre mi vida, a Jesús como el protagonista, y que el Espíritu Santo que en mí está rodando, transforme su amor en acción".
¡¡CAMPAMENTO 2016, SE OS ECHARÁ DE MENOS, NO LO DUDÉIS!!


viernes, 29 de abril de 2016

Soy...

Soy una de las personas más orgullosas que puedas conocer, puedo negar lo evidente más de mil veces.
Soy de las que ven una película de amor y se queda llorando hasta pasados los créditos.
De las que cuando están tristes, se pasan la tarde comiendo helado y palomitas... escuchando canciones que sientan peor.
De las que dan doscientas vueltas a la cabeza al irse a la cama y al despertarse no se acuerdan de la mitad.
De las que promete que no volverá a tropezar con la misma piedra pero tiene tentaciones de saber qué pasará.
De las que se propone metas imposibles y no para hasta que le ponen los pies en la tierra.
De las que intenta animar con más de una sonrisa.
De las que escucha música de todo tipo según el estado de ánimo.
De las que no se quedan sentadas llorando porque alguien le haya hecho daño, sino que coge y la devuelve a la primera de cambio.
De las que la lluvia no les amarga el día.
De las que sale bailando por la puerta de casa.
De las que se pasa horas y horas en el teléfono para no decir realmente nada.
De las que cuando se hace una foto se coloca el pelo antes de hacerla.
Y, lo más importante, una persona que ha aprendido a querer de verdad.

viernes, 22 de abril de 2016

Whatsapp, no es tan bueno como parece.

¡¡Qué daño nos está haciendo esta aplicación a la que todo el mundo es adicto!!

Whatsapp es ese incordio (con sus cosas ¿buenas? y malas) que nos ocupa gran parte del día (¡Mentira! ¡Todo el día! Es peor que nuestra sombra).

Hoy en día quien no tiene whatsapp es más raro que un perro verde y es que la aplicación ha revolucionado el mundo. No nos extrañe el día en el que estemos comiendo con nuestra pareja y nos comuniquemos a través de whatsapp en la mesa de un restaurante.

Dentro de lo malo están los grupos de whatsapp, que son aquellos que debes silenciar porque no paran de hablar y hablar y hablar... y lo peor es que no dicen nada importante. De 1196 mensajes en tres horas, sólo han hablado de tonterías, de dibujos animados y de lo que se van a poner mañana. Y lo peor es que no te puedes (o no quieres) salir del grupo.
Tener un grupo es algo así como perder todo contacto humano con el resto de la población. Como te veas inmerso en una conversación de a 5, dejas de hacer caso a todo lo que te rodea, porque claro, o una cosa o la otra, no das para tanto. Y como dejes de mirar el whatsapp dos minutos, te encuentras 531 mensajes de los otros cuatro, entre los cuales seguro que encontrarás 499 "jajajaja". La cosa se complica cuando tienes más de un grupo; y más de un grupo activo a la vez. Yo tengo 26 (y no exagero), así que haceos una idea de la capacidad de concentración o pasotismo que necesito, porque la mayoría de los grupos ni los leo, total para leer "jajajajaja" para qué lo voy a hacer.

No lograré entender por qué siempre debemos acabar las conversaciones con un "ok" (oki, okei y demás variantes) o con un "jajajaja". Pero ese "jajajaja" es más siniestro porque... ¿te estás riendo de lo que ha dicho o te estás riendo de la persona que lo ha dicho?

Y lo de las cadenas, ¿qué me decís de eso? Pero vamos a ver, si no les hacíamos caso cuando teníamos Messenger (¿os acordáis del Messenger, cuando nos pasábamos la vida enviando zumbidos? ¡Qué tiempos aquellos!)

Por si fuera poco, ahora debemos tener cuidado con lo que decimos, ya que la última hora de conexión nos delata; y con el doble check también: esos dos tics azules que pueden estropear cualquier tipo de relación en donde el "no lo he recibido" o el "no lo había visto, perdona" no sirven como excusa, aunque hay gente que la sigue tratando de colar sin entender que el doble check es un ser superior infalible.
De pronto decides borrar la opción de "ver la última hora de conexión" porque no tienes ganas de hablar, o sólo quieres hacerlo con algunas personas o con la familia... o ¡porque no te da la gana que la gente te controle! Pero ahí la cuestión se pone grave... vienen los reclamos, las discusiones sin sentido. No sólo de tu pareja, sino también de amigos: "¿Por qué has quitado la última conexión? ¿Tienes algo que ocultar? ¿Algún problema conmigo?". Y al final, hagas lo que hagas, te sientes controlado, no sólo tu pareja se cree tu dueño, sino que a veces los amigos mismos se portan igual.

Whatsapp domina nuestros días, nuestras noches, nuestros ciclos del sueño... ¿Qué no? ¿Cuántas veces os habéis despertado con un "tinoní" que te avisa de un mensaje a las 5 de la mañana del borracho de turno, cuando tú llevas 6 plácidas horas durmiendo? (Léase también cuando eres tú el borracho y jodes al bello durmiente con un "¿estás despierto?").

Total, que nuestras vidas y confianzas se desquebrajan a veces por tonterías (o por inseguridades, si me pongo en mi rol psicóloga). Malentendidos que pueden ocurrir con cualquier persona que tengas en el listado de amistades, con parejas, exs, amistades y compañeros varios... Y todo por creernos más lo que nos dice una pantallita que una persona, o mejor dicho, porque a veces miramos más a la pantalla que a la persona que tenemos delante.

Planteémonos dejar de mirar el móvil y levantar los ojos a la realidad, aunque sólo sea por un momento. Pensemos en desconectar un poco y atender a esa gente que está delante, planteémonos que no estamos obligados a contestar en el momento inmediato, que quien se lo toma a mal es porque tiene un problema de confianza.
Pero ojo con echar la culpa a whatsapp de todo esto; la tecnologías no hacen nada... que nosotros no queramos hacer.

Yo desconecto un rato. Disculpen si no respondo, pero es que tengo "la manía" de hacerlo sólo cuando quiero.